domingo, 6 de mayo de 2007

Remontando

Mis pasos comienzan a parecer algo más firmes, y poco a poco esta taquicardia perenne se va haciendo llevadera.

Mi sueño se fracciona de manera aceptable. Duermo durante dos o tres horas sin sobresaltos. Descanso, al fin. Ya no me despierto agotada por las pesadillas de la noche que me convierten en zombi durante el día.

Empiezo a atar cabos sueltos y a deshacerme del lastre que me ha pesado más, y, aunque dudo de todo, trato de dejarme llevar por lo que más paz me da.

Entre líneas leo que la vida es cíclica y que las cosas todas tienen un porqué. Mis pasos siempre me llevan a un determinado lugar aunque no sea consciente de ello. A pesar de los pesares, una vez llegado al destino la elección es siempre mía y me esfuerzo en aprender a elegir lo que realmente me hace bien en ese momento y no me pesará después.

No quiero caer en la tentación de pensar que elijo yo cuando en realidad están jugando conmigo. No quiero sentir que da igual que sea yo u otra persona. Al menos por un instante quiero sentir que se trata de mí, aunque nunca más regresen esos pasos a mi vida. Y en base a esa ley me quedo con lo mejor de los momentos que comparto y aprendo a valorar los que vivo a solas conmigo misma.

A ratos me detengo a tomar aire. Me obligo a respirar. Me digo a mi misma PARA, POR FAVOR. A veces funciona y el nudo se afloja. A veces logro concentrarme en mí. Pero cuando nada me sirve dejo la mente en blanco... y el esfuerzo puede tomarme horas. Horas durante las cuales nada más me ocupa que yo misma.

1 comentario:

ana dijo...

A veces, sólo a veces, al respirar bien profundo parece que la tristeza del alma sale mezclada con el aire. Sigue respirando, cuenta hasta diez y adelante.